Evangelio de hoy – Viernes, 3 de mayo de 2024 – Juan 14:6-14 – Biblia Católica

Primera Lectura (1Cor 15,1-8)

Lectura de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios.

Hermanos, quiero recordaros el evangelio que os prediqué y que recibisteis, y en el cual sois salvos, si lo guardáis tal como os fue predicado por mí. De lo contrario, habríais abrazado la fe en vano. En efecto, os transmití, en primer lugar, lo que yo mismo había recibido, es decir, que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; quién fue enterrado; quien, al tercer día, resucitó, según las Escrituras; y quien se apareció a Cefas y luego a los Doce. Más tarde se apareció a más de quinientos hermanos a la vez. De ellos, la mayoría sigue viva y algunos han muerto. Luego se apareció a Santiago y luego se apareció a todos los apóstoles juntos. Finalmente, también se me apareció a mí como a un abortivo.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 14,6-14)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre sino por mí. Si me conocierais, conoceríais también a mi Padre. Y desde ahora le conoceréis”. y lo he visto”. Felipe dijo: “¡Señor, muéstranos al Padre, eso nos basta!” Jesús respondió: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decir: ‘Muéstranos al Padre’? No crees que yo soy”. ¿En el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mí mismo, sino que es el Padre quien, permaneciendo en mí, hace sus obras. Créeme: Yo estoy en el Padre y el Padre. El Padre está en mí menos, a causa de estas mismas obras. De cierto, de cierto os digo, el que cree en mí, hará las obras que yo hago, y aún mayores que éstas, porque yo voy al Padre. , y todo lo que pidiereis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pidiereis algo en mi nombre, lo haré”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy me gustaría comenzar nuestra reflexión con una pregunta: ¿cuántas veces te has sentido perdido en medio de las complejidades de la vida cotidiana? ¿Cuántas veces te has preguntado cuál es el camino a seguir, cuál es la verdad que realmente importa? Todos hemos enfrentado momentos de incertidumbre, momentos en los que nuestras elecciones y decisiones parecen confusas.

Esta búsqueda de la verdad y del camino correcto es un viaje que todos compartimos. Y es exactamente esta búsqueda de la que nos hablan los pasajes bíblicos de hoy.

En la Primera Lectura, San Pablo nos recuerda la esencia del Evangelio: “Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué y que habéis recibido, en el que estáis firmes. Por él también sois salvos, si guárdalo tal como fue cuando lo predicaste” (1 Cor 15,1-2). Estas palabras nos invitan a reflexionar sobre la importancia de permanecer fieles al mensaje de Cristo, incluso en medio de la adversidad.

Vivimos en una época en la que muchas voces claman por nuestra atención, ofreciendo soluciones rápidas y respuestas fáciles. Sin embargo, la verdadera sabiduría está en volver nuestro corazón a las palabras de Jesús, el camino, la verdad y la vida. Jesús nos revela la verdad sobre Dios y sobre nosotros mismos. Él es nuestro guía seguro a través de la incertidumbre y la confusión del mundo.

El Evangelio de Juan nos recuerda las palabras de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6). Estas palabras tienen el poder de liberarnos de las ataduras de lo desconocido y conducirnos a la verdadera felicidad. Jesús es el camino que nos lleva al Padre, la verdad que ilumina nuestra mente y la vida que llena nuestro corazón.

Imagínese, por un momento, un camino oscuro en una noche estrellada. El camino está iluminado sólo por pequeñas y distantes antorchas, todas prometiendo ser la ruta correcta. Sin embargo, en medio de esta oscuridad, una luz brillante y radiante se eleva hacia adelante. Esa luz es Jesús, el camino que brilla con claridad y certeza. Él nos llama a seguirlo, a confiar en sus palabras y a encontrar la verdadera paz.

Pero ¿cómo podemos seguir este camino? ¿Cómo podemos encontrar la verdad y la vida? Jesús nos da la respuesta: “Si me conocéis, conoceréis también a mi Padre” (Juan 14:7). Conocer a Jesús es conocer a Dios mismo, es entrar en una relación profunda y personal con el Creador del universo. Es a través de esta relación que encontramos la verdadera felicidad y el significado de nuestras vidas.

A veces puede resultar difícil comprender conceptos tan profundos y abstractos. Entonces, permítanme ofrecer una analogía que nos ayude a comprender mejor. Imagina un árbol majestuoso, con raíces profundas y ramas que se extienden hacia el cielo. Este árbol representa nuestra fe. Sus raíces son las verdades fundamentales del Evangelio, arraigadas en las palabras de Jesús. Si cuidamos las raíces el árbol crecerá fuerte y sano.

Las ramas del árbol son nuestras vidas, se ramifican en diferentes direcciones y representan nuestras elecciones y acciones diarias. Cuando nuestras ramas están conectadas a las raíces de la fe, dan frutos de amor, compasión y justicia. Sin embargo, si nos desconectamos de la verdad de Cristo, nuestras ramas se secan y se vuelven estériles.

Hermanos y hermanas míos, que esta imagen del árbol de la fe quede grabada en nuestros corazones. Cuidemos nuestras raíces, profundizando en las verdades del Evangelio. Busquemos la verdadera sabiduría, no sólo a través del conocimiento intelectual, sino también a través de la oración y la experiencia personal con Dios.

Recuerda que la búsqueda de la verdad y del camino correcto es un camino continuo. Habrá momentos en los que nos sentiremos perdidos o confundidos, pero es en estos tiempos que debemos recordar las palabras de Jesús: “Pedid y recibiréis, para que vuestro. el gozo sea completo” (Juan 16:24). Debemos acercarnos a Dios con confianza y humildad, buscando Su guía en todos los ámbitos de nuestra vida.

A medida que continuamos nuestro viaje, enfrentaremos desafíos y tentaciones. Las presiones del mundo pueden desviarnos del camino correcto. Sin embargo, la verdadera sabiduría reside en reconocer estas distracciones y permanecer fieles a nuestra fe. Como cristianos, debemos resistir las tentaciones del egoísmo, la injusticia y el odio y, en cambio, abrazar los valores del amor, la misericordia y la compasión.

Una historia que nos ayuda a comprender estos principios es la del Buen Samaritano. Jesús cuenta esta parábola para ilustrar el verdadero significado de amar a los demás. Podemos imaginar al viajero herido, abandonado en el camino por crueles ladrones, mientras la gente pasa ignorando su sufrimiento. Sin embargo, es el samaritano, aquel considerado extraño y enemigo por los demás, quien se acerca y atiende al herido.

Esta historia nos desafía a mirar más allá de las diferencias y tratar a todos los seres humanos como nuestros hermanos y hermanas. Estamos llamados a ser como el buen samaritano, a tender la mano a los necesitados, a practicar la justicia y a defender a los oprimidos. Es a través de estas acciones que somos testigos del amor de Dios en nuestras vidas.

Queridos míos, la verdad y el camino están ante nosotros. Jesús nos invita a seguirlo, a poner nuestra vida en sus amorosas manos. Nos promete que si lo buscamos con sinceridad y humildad, encontraremos la verdad que nos hace libres y la vida que nos llena de alegría.

Que este mensaje toque nuestros corazones e inspire acciones prácticas en nuestras vidas. Reflexionemos sobre cómo las lecciones de estos pasajes bíblicos se aplican a nosotros personalmente. Quizás necesitemos hacer una pausa y examinar nuestro corazón, identificando áreas en las que nos hemos desviado del camino de Cristo. Quizás necesitemos pedir perdón por nuestros fracasos y buscar la reconciliación con Dios y nuestros hermanos y hermanas.

Recuerde que la verdadera transformación comienza desde adentro hacia afuera. Cuando permitimos que la verdad de Cristo penetre en nuestras vidas, podemos irradiar Su luz y amor al mundo que nos rodea. Que la gracia de Dios nos fortalezca en este viaje, permitiéndonos vivir según Su voluntad y compartir Su amor con los demás.

Esta semana, los invito a todos a tomarse un tiempo para reflexionar sobre el camino en el que se encuentran. Habla con Dios en oración, pídele su guía y escucha su voz. Busquen la verdad, profundicen en las Escrituras y permitan que la Palabra de Dios ilumine sus corazones.

Mis queridos hermanos y hermanas, la búsqueda de la verdad y del camino correcto es un viaje desafiante, pero no estamos solos. Nos tenemos unos a otros como una comunidad de fe y tenemos la presencia constante de Dios en nuestras vidas. Con el corazón abierto y confiado, sigamos el camino de Jesús, sabiendo que Él es la verdad que nos hace libres y la vida que nos llena de esperanza.

Que Dios nos bendiga a todos y nos guíe en nuestra búsqueda de la verdad y el amor. Amén.