Evangelio de hoy – Sábado, 20 de abril de 2024 – Juan 6:60-69 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 9,31-42)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días la Iglesia vivía en paz en Judea, Galilea y Samaria. Se consolidó y progresó en el temor del Señor y aumentó en número con la ayuda del Espíritu Santo.

Peter iba a todas partes; y visitó también a los fieles que vivían en Lydda. Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que estaba paralítico y llevaba ocho años acostado en una cama. Pedro le dijo: Eneas, ¡Jesucristo te sana! ¡Levántate y haz tu cama! Inmediatamente Eneas se levantó. Todos los habitantes de Lida y de la región de Sarón vieron esto y se volvieron al Señor.

En Jope había una discípula llamada Tabita, nombre que significa Gacela. Fueron muchas las buenas obras que hizo y las limosnas que dio. En aquellos días ella enfermó y murió. Luego lavaron su cuerpo y lo colocaron en el piso superior de la casa. Como Lida estaba cerca de Jope, y al enterarse de que Pedro estaba allí, los discípulos enviaron dos hombres con este mensaje: “¡Vengan pronto a nosotros!”

Pedro inmediatamente se fue con ellos. Tan pronto como llegó, lo llevaron arriba, donde lo recibieron todas las viudas. Llorando, le mostraron a Pedro las túnicas y los mantos que Tabita había hecho cuando vivía con ellos. Pedro ordenó a todos que se fueran. Luego se arrodilló y oró. Luego se volvió hacia el cuerpo y dijo: “¡Tabita, levántate!”. Entonces abrió los ojos, vio a Pedro y se sentó. Pedro le dio la mano y la ayudó a levantarse. Luego llamó a los fieles y a las viudas y les presentó viva a Tabita. El hecho se conoció en toda la ciudad de Jope y muchos creyeron en el Señor.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 6,60-69)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús, que lo oyeron, dijeron: “Ésta es una palabra dura. ¿Quién puede oírla? Jesús, sabiendo que sus discípulos murmuraban precisamente sobre esto, preguntó: “¿Esto os ofende? ¿Y cuando veáis al Hijo del Hombre ascender a donde estaba antes? El Espíritu es lo que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que os hablé son espíritu y vida. Pero hay algunos entre vosotros que no creen”. Jesús sabía, desde el principio, quiénes eran los que no tenían fe y quiénes lo traicionarían.

Y añadió: “Por eso os dije: nadie puede venir a mí si no se lo da el Padre”. A partir de ese momento, muchos discípulos se volvieron atrás y ya no caminaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce: “¿También vosotros queréis iros?” Simón Pedro respondió: “¿A quién iremos, Señor? Tienes palabras de vida eterna. Creemos y reconocemos firmemente que tú eres el Santo de Dios”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy quisiera comenzar nuestra reflexión con una pregunta: ¿con qué frecuencia nos sentimos desanimados en nuestro camino de fe? ¿Cuántas veces nos encontramos con desafíos y preguntas que nos hacen dudar y vacilar en nuestra búsqueda de Dios? Ciertamente, cada uno de nosotros ha pasado por momentos como este. Pero es precisamente en estas situaciones donde encontramos una oportunidad para un encuentro transformador con el Señor.

En los pasajes bíblicos que acabamos de escuchar encontramos poderosas historias que nos revelan la importancia de perseverar en la fe, incluso ante la adversidad. En la primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos presenta la comunidad cristiana primitiva. Enfrentaron persecución y desafíos, pero permanecieron unidos y fervientes en oración. Y el resultado de esta perseverancia fue la manifestación del poder de Dios a través de señales y milagros realizados a través de los apóstoles.

Esta lectura nos recuerda que, incluso en medio de las dificultades, podemos encontrar la presencia de Dios en nuestra vida comunitaria y en nuestra vida personal. Cuando nos unimos en oración, nos fortalecemos unos a otros y nos convertimos en testigos vivos del amor y el poder de Dios. La perseverancia en la fe nos ayuda a superar los desafíos y experimentar la acción transformadora de Dios en nuestras vidas.

El evangelio de hoy, según Juan, nos presenta un momento crucial en la vida de Jesús y sus discípulos. Jesús estaba enseñando sobre la Eucaristía, un misterio profundo que desafiaba la comprensión humana. Algunos de los discípulos, perplejos, comenzaron a cuestionar sus palabras, diciendo: “¡Duro es este discurso! ¿Quién puede oírlo?” (Juan 6:60).

Ante esta reacción, Jesús podría haber suavizado sus palabras, buscando agradar a la multitud. Sin embargo, decidió desafiar aún más a sus seguidores y les preguntó: “¿Esto os ofende? ¿Qué pasa cuando veáis al Hijo del Hombre ascender a donde estaba antes?” (Juan 6:61-62). Jesús estaba llamando a sus discípulos a un nivel más profundo de fe y compromiso.

Muchos de los discípulos quedaron desconcertados y abandonaron a Jesús en ese momento. Pero Pedro, con su fe inquebrantable, respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6,68-69). Pedro reconoció que, a pesar de las dificultades y los interrogantes, Jesús era el único camino que llevaba a la vida eterna. Eligió permanecer fiel, incluso cuando otros se dieron por vencidos.

Este pasaje del Evangelio es un llamado para cada uno de nosotros hoy. Jesús nos desafía a ir más allá de las apariencias y de las dudas superficiales. Nos invita a profundizar en su verdad y a tomar la firme decisión de seguirlo, incluso cuando falla la comprensión humana. Es posible que nos enfrentemos a preguntas difíciles y misterios que no podemos comprender completamente, pero la verdadera fe nos lleva a confiar en Dios y seguir adelante.

Como Pedro, estamos llamados a decirle a Jesús: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Cuando enfrentamos tiempos de incertidumbre y desafíos a nuestra fe, podemos encontrar nuestra seguridad y nuestra esperanza en Cristo. Él es la roca firme sobre la cual podemos construir nuestra vida, incluso cuando todo lo demás parece incierto.

Queridos hermanos y hermanas, estos pasajes bíblicos nos invitan a reflexionar sobre la importancia de la perseverancia en la fe y el compromiso con Jesús, incluso cuando enfrentamos dificultades e interrogantes. No deberíamos sorprendernos si encontramos desafíos en nuestro camino espiritual, porque la fe auténtica es probada y fortalecida por el fuego de las pruebas.

Entonces, ¿cómo podemos aplicar estas verdades espirituales a nuestra vida diaria? Permítanme compartir algunas orientaciones prácticas.

Primero, fortalezcamos nuestra vida comunitaria. Al igual que la primera comunidad cristiana, debemos unirnos en oración y apoyo mutuo. Participar activamente en la vida de la Iglesia, asistir a la Santa Misa y buscar la comunión con nuestros hermanos y hermanas en los sacramentos son pasos esenciales para fortalecer nuestra fe y encontrar aliento en el camino.

Segundo, busquemos una relación íntima con Dios a través de la oración personal. Es en este encuentro personal donde encontramos fuerza, discernimiento y consuelo en las dificultades. Busquemos tiempo diariamente para colocarnos en la presencia de Dios, escuchar Su Palabra y hablarle con sinceridad y humildad. La oración alimenta nuestra fe y nos acerca al corazón de Dios.

En tercer lugar, cultivemos una vida de estudio y reflexión sobre las Escrituras. La Biblia es una fuente inagotable de sabiduría y guía. Al estudiar las Sagradas Escrituras, profundizamos en las verdades eternas de Dios y encontramos respuestas a nuestras preguntas e inquietudes. El conocimiento de la Palabra de Dios nos fortalece y nos permite compartir la fe con los demás.

Además de estos pasos prácticos, permítanme usar una metáfora para ilustrar la importancia de la perseverancia en la fe. Imagínate un velero navegando en alta mar. Durante el viaje, el viento puede ser fuerte, el oleaje puede ser fuerte y la visibilidad puede verse reducida. En estos momentos, el capitán y la tripulación deben confiar en sus habilidades de navegación, la firmeza del casco del barco y la fuerza del viento para llevarlos a su destino.

Asimismo, en nuestro caminar de fe, somos como marineros en un mar turbulento. A veces enfrentaremos tormentas de dudas, vientos de adversidad y momentos de oscuridad espiritual. Sin embargo, si permanecemos fieles, confiando en las promesas de Dios, encontraremos la fuerza para perseverar. Recordemos que Dios es el capitán de nuestras vidas y Él nos guiará con seguridad hasta nuestro puerto deseado.

Queridos hermanos y hermanas, la fe es un camino continuo, lleno de altibajos. Pero cuando decidimos perseverar, cuando decidimos decir con Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”, somos fortalecidos por la gracia de Dios y nos convertimos en testigos vivos de su presencia en nuestro mundo.

Que busquemos renovar nuestra confianza en Dios esta semana, fortalecer nuestra fe y comprometernos a seguir a Jesús, incluso ante las dificultades. Que el Espíritu Santo nos guíe y nos permita ser luz y sal para el mundo, testificando la esperanza y el amor divinos en todo lo que hacemos.

Que la gracia de Dios esté con nosotros, sosteniéndonos y fortaleciéndonos en nuestro camino de fe. Que la Virgen María, nuestra Madre amorosa, interceda por nosotros y nos ayude a permanecer firmes en la búsqueda de su Hijo. Y que podamos experimentar el gozo y la paz que provienen de confiar en Dios y comprometernos con su amor.

Que así sea. Amén.