Evangelio de hoy – Viernes, 26 de abril de 2024 – Juan 14:1-6 – Biblia Católica

Primera lectura (Hechos 13,26-33)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, habiendo llegado a Antioquía de Pisidia, Pablo dijo en la sinagoga: “Hermanos, descendientes de Abraham y todos los que teméis a Dios, nos ha sido enviado este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron Jesús y, al condenarlo, cumplieron las profecías que se leen todos los sábados, aunque no encontraron motivo para su condena, pidieron que mataran a Pilato. Lo bajaron de la cruz y lo pusieron en un sepulcro, pero Dios resucitó. resucitado, y durante muchos días fue visto por los que lo acompañaban desde Galilea a Jerusalén, anunciamos este evangelio: la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados, la cumplió con nosotros, sus hijos, cuando resucitó a Jesús, como. está escrito en el salmo segundo: ‘Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy'”.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 14,1-6)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Lucas.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón. Tened fe en Dios, tened fe también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si no fuera así, os lo habría dicho. Yo os prepararé un lugar, y cuando haya ido a prepararos un lugar, vendré otra vez y os llevaré conmigo, para que donde yo esté, vosotros estéis, y a donde yo vaya, sepáis el camino. ” Tomás le dijo a Jesús: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podremos saber el camino?” Jesús respondió: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre sino por mí”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy me gustaría comenzar nuestra reflexión con un gancho cautivador que nos conecta inmediatamente con las experiencias diarias que todos enfrentamos. Imagínate en un viaje, un viaje que nos lleva a lugares desconocidos y nos desafía a superar obstáculos en el camino. En cada encrucijada, nos enfrentamos a decisiones cruciales que configuran nuestro destino. En este camino de la vida, estamos llamados a tomar decisiones que determinarán nuestra eternidad. Y es en este contexto que los pasajes bíblicos de hoy nos aportan sabiduría y orientación.

En nuestra primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 13,26-33), vemos a Pablo proclamando el Evangelio ante una multitud sedienta de esperanza. Recuerda al pueblo la promesa de Dios, cumplida en Jesucristo, el Salvador. Pablo enfatiza que aunque el pueblo rechazó a Jesús y lo crucificó, Dios lo resucitó de entre los muertos, dándole a todos la oportunidad de recibir la salvación a través de la fe en Él.

Este mensaje de esperanza y redención nos lleva al Evangelio de Juan (Juan 14:1-6), donde Jesús consuela a sus discípulos, que están a punto de afrontar la partida física de su Maestro. Él les dice: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí”. Jesús está a punto de abrir un camino hacia el Padre y les asegura que siguiéndolo ellos también encontrarán el camino a la vida eterna.

Queridos hermanos y hermanas, estos pasajes bíblicos nos revelan profundas verdades espirituales, pero ¿cómo podemos hacerlas tangibles y aplicables en nuestra vida diaria? ¿Cómo podemos tomar las decisiones correctas en este viaje de la vida que nos lleva a la vida eterna?

Permítanme compartir una historia que ilustra estos principios. Había una joven llamada María que luchaba con dudas e incertidumbre en su viaje espiritual. Se sentía perdida y confundida, sin saber qué camino tomar. Un día encontró un viejo mapa que describía los caminos de la fe. El mapa mostraba la encrucijada que encontraría y las decisiones que tendría que tomar. María se dio cuenta de que la clave para encontrar el camino correcto era mantener los ojos fijos en la brújula de la verdad divina: Jesucristo. Mientras caminaba, María se encontró con otros viajeros que la ayudaron a interpretar el mapa y tomar las decisiones correctas. Juntos compartieron sus experiencias y fortalecieron su fe. Al final de su viaje, María se dio cuenta de que la verdadera recompensa no estaba sólo en el destino final, sino en cada paso dado en la dirección correcta.

Queridos amigos, esta historia nos enseña algunas lecciones importantes. Primero, como María, necesitamos encontrar el mapa correcto para nuestras vidas. Este mapa es la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura, que nos guía y nos muestra el camino de la salvación. Debemos estudiar y meditar en las Escrituras, permitiéndoles iluminar nuestro camino y ayudarnos a tomar las decisiones correctas.

En segundo lugar, así como María se encontró con otros viajeros en su viaje, nosotros también necesitamos hermanos en la fe que nos apoyen y animen. En la vida cristiana, estamos llamados a formar comunidades de amor y de compartir, donde podamos encontrar fuerza y guía unos en otros. Busquemos hermanos y hermanas de fe con quienes podamos caminar juntos, compartiendo nuestras experiencias y aprendiendo unos de otros.

Además, así como María mantuvo sus ojos fijos en la brújula de la verdad: Jesucristo, nosotros debemos mantener nuestros ojos fijos en Jesús en cada paso de nuestro viaje. él es el camino, la Verdad y la Vida. Cuando nos enfocamos en Jesús, somos guiados por Su luz y las dudas e incertidumbres en nuestras vidas se disipan. Nos fortalece y nos capacita para tomar las decisiones correctas, incluso cuando enfrentamos desafíos y tentaciones.

Queridos hermanos y hermanas, ¿cómo podemos aplicar estas verdades espirituales a nuestra vida diaria? Permítanme ofrecer algunas orientaciones prácticas:

Primero, dediquemos tiempo diariamente a leer y meditar en las Escrituras. Al sumergirnos en las palabras de Dios, abrimos nuestro corazón a Su guía y sabiduría. Que la lectura de la Biblia no sea sólo un hábito vacío, sino un encuentro personal con el Dios vivo, que nos habla a través de Sus palabras.

Segundo, busquemos compañerismo con otros creyentes. Encontremos una comunidad de fe donde podamos compartir nuestras alegrías y dificultades, orar unos por otros y aprender juntos. En estas relaciones encontraremos apoyo, aliento y comprensión.

Además, cultivemos una vida de oración constante. La oración nos mantiene conectados con Dios, nos ayuda a escuchar Su voz y nos capacita para resistir las tentaciones que encontramos en nuestro viaje. Busquemos momentos de silencio y soledad para estar en la presencia del Señor, compartiendo nuestros anhelos y buscando Su voluntad.

Finalmente, seamos auténticos testigos de nuestro compromiso con Cristo. Que nuestras palabras, acciones y actitudes reflejen Tu luz y amor hacia quienes nos rodean. Cuando vivimos de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras, somos transformados y nos convertimos en instrumentos de transformación para otros.

Queridos amigos, al concluir esta homilía, me gustaría desafiarlos a poner en práctica las verdades sobre las que reflexionamos hoy. No basta con escuchar las palabras; debemos actuar de acuerdo con ellos. Que cada uno de nosotros nos tomemos un momento para reflexionar sobre nuestro propio viaje espiritual. ¿Dónde estamos ahora? ¿Estamos siguiendo el mapa correcto? ¿Estamos caminando con otros viajeros de fe? ¿Mantenemos nuestros ojos fijos en Jesús?

Que, a través de la gracia divina, seamos capacitados para tomar las decisiones correctas en nuestro viaje espiritual. Que nuestra fe se fortalezca y nuestro compromiso se renueve. Que seamos testigos vivos del amor de Dios en nuestra vida diaria.

Que la gracia divina, el amor y la esperanza estén siempre presentes en nuestros corazones, guiándonos y sosteniéndonos. Y que, al final de este camino terrenal, podamos encontrar la vida eterna que Jesús nos prometió diciéndonos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Que así sea. Amén.