1. ¡Qué amables son tus moradas, Señor Sabaot!

1. Del maestro de coro. Según la... de Gat. De los hijos de Coré. Salmo.

2. Mi alma suspira y hasta languidece por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne gritan de alegría al Dios que vive.

2. ¡Qué amables tus moradas, oh Yahveh Sebaot!

3. Hasta el pajarillo encuentra casa, y la alondra un nido, donde dejar sus polluelos: cerca de tus altares, Señor Sabaot, ¡oh mi Rey y mi Dios!

3. Anhela mi alma y languidece tras de los atrios de Yahveh, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo.

4. Felices los que habitan en tu casa, se quedarán allí para alabarte.

4. Hasta el pajarillo ha encontrado una casa, y para sí la golondrina un nido donde poner a sus polluelos: ¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot, rey mío y Dios mío!

5. Dichosos los hombres cuya fuerza eres tú y que gustan de subir hasta ti.

5. Dichosos los que moran en tu casa, te alaban por siempre.

6. Al pasar por el valle de los Sauces, beben allí de la fuente ya bendita por las primeras lluvias;

6. Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti, y las subidas en su corazón.

7. pasan por las murallas una a una, hasta presentarse a Dios en Sión.

7. Al pasar por el valle del Bálsamo, lo hacen un hontanar, y la lluvia primera lo cubre de bendiciones.

8. ¡Oh Señor, Dios Sabaot, escucha mi plegaria, oye con atención, Dios de Jacob!

8. De altura en altura marchan, y Dios se les muestra en Sión.

9. Mira, oh Dios, nuestro escudo, contempla la cara de tu ungido.

9. ¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria, tiende tu oído, oh Dios de Jacob!

10. Vale por mil un día en tus atrios, y prefiero quedarme en el umbral, delante de la casa de mi Dios antes que compartir la casa del malvado.

10. Oh Dios, escudo nuestro, mira, pon tus ojos en el rostro de tu ungido.

11. El Señor es un baluarte y un escudo, el Señor dará la gracia y la gloria a los que marchan rectamente: ninguna bendición les negará.

11. Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, estar en el umbral de la Casa de mi Dios que habitar en las tiendas de impiedad.

12. ¡Oh Señor Sabaot, feliz el que confía en ti!

12. Porque Yahveh Dios es almena y escudo, él da gracia y gloria; Yahveh no niega la ventura a los que caminan en la perfección.

13.

13. ¡Oh Yahveh Sebaot, dichoso el hombre que confía en ti!





“De que vale perder-se em vãos temores?” São Padre Pio de Pietrelcina