1. ¡Feliz el hombre que no pecó con sus palabras y que no arrastra el pesar por sus faltas!

2. ¡ Feliz aquel que no es condenado por su conciencia y que no renunció a su ideal!

3. A un hombre mezquino no le conviene la riqueza: ¿para qué le van a dar muchos bienes a un avaro?

4. El que junta privándose de todo, junta para otro: otros disfrutarán de sus bienes.

5. Si alguien es malo consigo mismo, ¿para quién será bueno? Ni siquiera goza de lo que tiene.

6. No hay nadie más malo que el que es malo consigo mismo: su maldad se vuelve contra él.

7. Si hace el bien será por casualidad, pero al final reaparecerá su maldad.

8. El hombre que siempre está ambicionando es un malo; no le interesan las personas, desprecia a los demás.

9. El hombre insaciable no está nunca satisfecho, la codicia le seca el corazón.

10. El envidioso codicia el alimento de su prójimo; miseria y hambre se sentará a su mesa.

11. Hijo mío, haz buen uso de todo lo que tengas, y preséntale al Señor ofrendas generosas.

12. Acuérdate que la muerte no tardará, y que tu hora no te ha sido aún revelada.

13. Antes de morir haz el bien a tu amigo, sé generoso según tus medios.

14. Disfruta de la vida y no desdeñes un gusto legítimo si se te presenta en el camino.

15. ¿Dejarás a otro el fruto de tu trabajo? Se repartirán a la suerte el fruto de tus sacrificios.

16. Da y recibe, satisface tus anhelos, porque no se puede buscar el placer en el sepulcro.

17. Todo lo que vive envejece como un vestido; es la ley eterna: ¡tú morirás!

18. Mira el verdor de un árbol frondoso: unas hojas caen y otras aparecen; de igual manera las generaciones de carne y hueso, una muere y la otra nace.

19. Las cosas finitas pasan y con ellas pasa el que las hizo.

20. Feliz el que se dedica a la sabiduría y puede responder al que lo interroga;

21. que hace suyos los caminos de la sabiduría y profundiza sus secretos;

22. que sale a cazarla y acecha su paso;

23. que mira a través de sus ventanas y escucha a su puerta;

24. que instala su tienda al lado de su casa y clava las estacas en sus muros.

25. Pone su tienda en manos de la sabiduría y se queda en esa feliz morada.

26. Deja a sus hijos bajo su protección y se tiende al abrigo de sus ramas;

27. lo protege del calor y él se instala en su gloria.





“Ouço interiormente uma voz que constantemente me diz: Santifique-se e santifique!” São Padre Pio de Pietrelcina