1. Por eso fueron castigados con razón por tales animales y atormentados por una multitud de bestias.

2. En vez de tal castigo favoreciste a tu pueblo; para satisfacción de su ardiente apetito, le preparaste como alimento un manjar exquisito: codornices.

3. Y así aquéllos, aunque estaban ansiosos de alimento, ante el aspecto repugnante de los animales que les enviaste, perdieron las ganas de comer; mientras que tu pueblo, después de una breve privación, gustó un manjar exquisito.

4. Convenía que los opresores vieran caer sobre ellos una necesidad implacable; a éstos, en cambio, bastaba con mostrarles cómo eran atormentados sus enemigos.

5. Pues cuando vino sobre ellos el terrible furor de las fieras, cuando perecieron con la mordedura de serpientes venenosas, tu ira no llegó hasta el extremo.

6. Con el fin de que se corrigieran, y por breve tiempo, fueron atormentados, habiendo tenido un signo de salvación para que conservaran el recuerdo de los mandamientos de tu ley;

7. pues el que se volvía a él era salvado; no por lo que contemplaba, sino por ti, salvador de todos.

8. Y así demostraste a nuestros enemigos que eres tú el que libra de todo mal.

9. Pues ellos morían por la picadura de langosta y mosquitos sin encontrar remedio para su vida, pues merecieron ser castigados por tales bestias.

10. Pero a tus hijos no les vencieron ni los dientes de las serpientes venenosas, porque tu misericordia se interpuso y los sanó.

11. Para que se acordaran de tus palabras eran mordidos e inmediatamente curados, para que no cayesen así excluidos de tu acción benéfica.

12. Porque ni hierba ni emplasto los curó, sino tu palabra, Señor, que todo lo sana.

13. Pues tú tienes el poder de la vida y de la muerte, que hundes hasta las puertas del abismo y haces subir de él.

14. El hombre puede matar en su maldad, pero no hacer que retorne el espíritu que se fue, ni liberar al alma una vez cautiva.

15. Es imposible escapar de tu mano. c) Los fenómenos meteorológicos.

16. Los malvados que no quisieron conocerte fueron azotados por tu brazo poderoso; perseguidos con extrañas lluvias, con granizadas y aguaceros para los que no había cobijo, y el fuego los devoró.

17. Y lo extraño era que en el agua, donde todo se apaga, el fuego se volvía más voraz, pues la naturaleza combate por los justos.

18. Unas veces la llama se debilitaba, para no consumir los animales enviados contra los malvados y hacerles ver que era la justicia de Dios la que los perseguía.

19. Otras, en cambio, aun en medio del agua, la llama ardía con más fuerza que el fuego, para destruir los frutos de una tierra injusta.

20. A tu pueblo, en cambio, le diste alimento de ángeles, le procuraste desde el cielo un pan preparado sin trabajo por su parte, capaz de dar todo placer y acomodado al gusto de cada uno.

21. Ese sustento tuyo manifestaba tu dulzura para con tus hijos, pues se acomodaba al deseo de quienes lo comían y se transformaba a gusto de cada uno.

22. Nieve y hielo resistían el fuego sin fundirse, para que conociesen cómo eran destruidos los frutos de los enemigos por el fuego que ardía aun entre el granizo y fulguraba en medio de las lluvias.

23. En cambio, este mismo fuego se olvidaba de su propia fuerza, para que los justos se alimentaran;

24. pues la naturaleza, sometida a ti, su creador, despliega su energía para castigo de los injustos y se mitiga para bien de los que en ti confían.

25. Por esto, también entonces, amoldándose a todas las formas, estaba al servicio de tu generosidad, que alimenta a todos a gusto de los necesitados.

26. Para que los hijos que tú amas, Señor, aprendiesen que no es la variedad de frutos lo que sustenta al hombre, sino tu palabra, que conserva a los que creen en ti.

27. Pues lo que no era destruido por el fuego se derretía simplemente calentado por un tenue rayo de sol,

28. para que todos aprendieran que es necesario adelantarse al sol para darte gracias y acudir a ti al despuntar la aurora.

29. Porque la esperanza del ingrato se deshará como escarcha invernal y se escurrirá como agua inservible.





“O demônio é forte com quem o teme, mas é fraquíssimo com quem o despreza.” São Padre Pio de Pietrelcina