Encontrados 15 resultados para: condena

  • escucha tú desde el cielo, intervén y haz justicia a tus siervos, condena al culpable haciendo recaer su maldad sobre su cabeza, y absuelve al inocente retribuyéndole conforme a su inocencia. (I Reyes 8, 32)

  • escucha tú desde el cielo, intervén y haz justicia a tus siervos; condena al culpable haciendo recaer su maldad sobre su cabeza y absuelve al inocente retribuyéndole conforme a su inocencia. (II Crónicas 6, 23)

  • "Todos los servidores del rey y el pueblo de las provincias saben que cualquiera, hombre o mujer, que entre en el vestíbulo interno, sin haber sido llamado, cae bajo la ley inexorable que lo condena a muerte, a no ser que el rey, tendiendo hacia él su cetro de oro, le conceda la gracia de la vida. Hace ya treinta días que no me ha llamado". (Ester 4, 11)

  • Y no sólo no se contentan con arrancar del corazón de los hombres los sentimientos de gratitud, sino que, enorgullecidos por los aplausos de los que ignoran el bien, pretenden sustraerse a la justa condena de Dios, que todo lo ve. (Ester 16, 4)

  • Tu propia boca te condena, no yo; tus mismos labios atestiguan contra ti. (Job 15, 6)

  • El que es bueno alcanza el favor del Señor, pero él condena al hombre malicioso. (Proverbios 12, 2)

  • La muerte del justo condena la vida del malvado; la juventud tempranamente acabada, la larga vejez del injusto. (Sabiduría 4, 16)

  • Pues a los tuyos los probaste como padre que amonesta; a los otros los castigaste como rey severo que condena. (Sabiduría 11, 10)

  • Pues la maldad es cobarde, y se condena por su propio testimonio; acosada por su propia conciencia, siempre se imagina lo peor, (Sabiduría 17, 11)

  • Sobre su cabeza pusieron la causa de su condena: "Éste es Jesús, el rey de los judíos". (Mateo 27, 37)

  • La inscripción con la causa de su condena decía: "El rey de los judíos". (Marcos 15, 26)

  • Cuando él venga demostrará al mundo en qué está el pecado, la justicia y la condena. (Juan 16, 8)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina