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Cuando el sol estaba a punto de ponerse, Abram cayó en un profundo sueño y se apoderó de él un terror y una gran oscuridad. (Génesis 15, 12)
Sus hermanos, viendo que su padre le prefería a sus otros hijos, comenzaron a odiarlo hasta tal punto que no podían conversar con él. (Génesis 37, 4)
Y así José juntó una cantidad de trigo tan enorme como la arena del mar, hasta tal punto que perdieron la cuenta, pues sobrepasaba todo cálculo. (Génesis 41, 49)
A este punto José no pudo ya contenerse más delante de toda aquella gente que estaba con él, y gritó: «¡Salgan todos de aquí!» No quedaba ninguno cuando José se dio a conocer a sus hermanos, (Génesis 45, 1)
Yo les quitaré el pan, hasta el punto que diez mujeres cocerán todo su pan en un solo horno, y se lo darán tan medido que no se podrán saciar. (Levítico 26, 26)
Efectivamente los Israelitas lo masacraron junto con sus hijos y todo su pueblo, a tal punto que nadie quedó con vida, y se instalaron en su territorio. (Números 21, 35)
Estando yo a punto de irme por el camino de toda criatura, les declaro: Reconozcan en su alma y conciencia que todas las promesas de Yavé, nuestro Dios, se cumplieron; ni una ha quedado sin efecto; ni una ha fallado. (Josué 23, 14)
«Me han contado, le respondió Booz, lo bien que te has portado con tu suegra después de que murió tu marido, hasta el punto de dejar tu patria y tus padres para venirte a un país totalmente desconocido para ti. (Rut 2, 11)
Las cosas fueron así: Salomón estaba edificando la muralla en el punto más débil de la ciudad de su padre David, con hombres reclutados en todo el país. Entre ellos estaba Jeroboam, hombre fuerte y valeroso. (1 Reyes 11, 27)
Al punto estos tres irrumpieron en medio del campamento de los filisteos, sacaron agua de la cisterna que hay en la puerta de Belén, se la llevaron y se la ofrecieron a David. Pero David no quiso beberla, sino que la derramó en el suelo y la ofreció a Yavé, diciendo: (1 Crónicas 11, 18)
Ama a tus hermanos y no desprecies a los hijos de tu pueblo hasta el punto de que tomes por esposa a una mujer extranjera, porque la soberbia acarrea ruina, y la ociosidad, bajeza, ya que la ociosidad es la madre de la miseria. (Tobías 4, 13)
quienes detuvieron a Judit y le preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes y a dónde vas?» Ella respondió: «Soy hija de hebreos y huyo de ellos porque están a punto de ser devorados por ustedes. (Judit 10, 12)