34. Cuando Jefté volvió a su casa en Mizpá, su hija le salió al encuentro; tan contenta estaba de ver a su padre, que bailaba, acompañándose de su pandereta. Era la única; fuera de ella no había hijas o hijos.





“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina